La frase pertenece a Cormac McCarthy y aunque es pertinente, podria completarse afirmando que los momentos felicestambien dan ese estatuto de realidad a nuestras memorias. En esas aguas se mueve este libro en el que Claudia Cesaroni logra una carambola a varias bandas: recordarse como nia en transito a la adolescencia (del Nesquik a la militancia), retratar escenas particularmente tiernas y felices rescatadas de los aos mas oscuros de la historia argentina, y contar maravillosamente como era la vida cotidiana/suburbana en una epoca turbulenta, cuya crueldad tiende a velarlo todo. La autora revisa recuerdos de infancia y juventud, agendas y cuadernos llenos de peripecias y anhelos, para concluir que se habla poco sobre cosas que tambien pasaban en dictadura, junto al horror, la censura y el silencio. Dice Cesaroni en las primeras paginas de este libro luminoso: .Habia risas, amor, organizacion, compromiso politico, luchas, esperanzas, lecturas, peliculas, musica, convicciones y deseos. En particular, se habla poco de quienes pasamos nuestra ado-lescencia durante esos aos: no fuimos parte de la generacion de los 70, y llegamos mayores de edad a 1983. A veces se nos llama la generacion perdida, y yo creo que no lo somos, que se recupero la democracia, tambien, desde las multiples expresiones vitales de las que fuimos protagonistas.. .Las heridas tienen el extrao poder de recordarnos que nuestro pasado es real..