Las apariciones sobrenaturales, el mundo onírico, la distorsión mental causada por la locura, los paraísos artificiales del alcohol y de las drogas, los estados febriles, las obsesiones y monomanías, poblaron el imaginario decimonónico argentino y, consecuentemente, fueron el tema de muchos de nuestros primeros relatos fantásticos. Este cuarto volumen incluye muchos relatos en esta línea, como "Fantasía nocturna" (1889) de Martín García Mérou, "Alucinación" (1890) de Lucio Mansilla y "¡Loca!" (1894) de Segundo Villafañe, que elaboran narrativamente dichos tópicos. Son textos que revelan la influencia de Hoffmann, de Poe, y de Flammarion, y reflejan el interés que en pleno período positivista se tenía hacia los estados anómalos de la conciencia. Paralelamente, abundaban los relatos de ciencia ficción. Se han incluido "El Centenario" (1897) de Paul Groussac, que presenta un viaje hipnótico al Buenos Aires del porvenir, "Erné" (1893) de Florencio de Basaldúa, cuyo tema es una antigua raza de estirpe atlante que monitorea y rige los destinos de la humanidad, "La Luna habitada: el futuro del hombre" (1894) de Damián Menéndez, que narra la visita a la Luna por parte de un grupo de aventureros argentinos y el proyecto de su colonización, y "El ojo del sabio" (1900) de Juan Carlos Goyri, sobre los oscuros experimentos de un excéntrico científico.