En una mansión de Nueva York, el patriarca Horatio Leavenworth aparece muerto en su biblioteca. No falta dinero ni joyas: sobra silencio. La mesa verde aún tibia, una copa a medio beber, la lámpara de gas vacilando, una llave perdida. La casa se cierra sobre sus habitantes: Mary y Eleanore, las dos sobrinas herederas; un secretario que conoce cada carta y cada cita; una doncella que huye de una casa cerrada. Llega el joven abogado Everett Raymond y, junto al singular detective Gryce, aprende a leer lo que la noche escribió: una carta rota, pasos que se corrigen a destiempo, un disparo que divide para siempre el apellido. Mientras la sociedad reclama culpables, las lealtades se prueban en voz baja. El amor y la ambición se entienden a medias, el decoro se convierte en coartada y la fortuna parece medir el espesor de la verdad. En ese laberinto de puertas y susurros, cada objeto cuenta una historia y cada gesto revela otra. Cuando por fin la línea de los afectos traza el mapa del crimen, ya nadie es el mismo que entró a aquella habitación.