Dickens trata paralelamente las realidades de Inglaterra y Francia a finales del siglo XVIII en los días previos a la Revolución francesa. Si bien condena la insurrección popular, con imágenes terroríficas, está convencido de que la aristocracia forzó al pueblo a revelarse. Sumamente crítico con las instituciones victorianas, la novela es también una advertencia a la sociedad inglesa del momento en que él escribía.