El testamento de Freud -y la clave de la lectura de toda su obra- está en Moisés y la religión monoteísta. Ningún otro de sus libros llevó tan lejos la especulación psicoanalítica para revelar los secretos de la alteridad y la paternidad. Ninguno se enfrentó con tanto rigor a la necesaria y compleja articulación entre lo psíquico y lo cultural.