Un gesto, una frase dicha al pasar, una escena al anochecer pueden ser la clave de una vida. No la explican, claro, pero son una pista, el Ãndice de un misterio que merece ser develado. En torno a ese hallazgo, la imaginación construye mundos posibles, calcula otros momentos, teje hipótesis que la paciencia, la observación y el análisis terminan revelando como verdades. La mirada que organiza todo esto es la del cronista, aunque también la del crÃtico. Son oficios diversos, que cada vez menos confluyen en una misma persona. Hugo Beccacece es la evidencia de que esa rara estirpe sigue vigente. ¿Cuál es su don? Un registro donde confluyen con pasmosa naturalidad la información y la reflexión, la malicia y las ideas, el chisme y la verdad histórica. Y una máxima elevada a la categorÃa de principio irrenunciable: el arte ilumina la vida de los artistas, y la vida de los artistas (sus anécdotas, sus amistades, sus furias, sus contradicciones), nos deja ver su alma, y de manera indirecta, ilumina su arte. Con este procedimiento, con una prosa exquisita que enseña y deslumbra, Pérfidas uñas de mujer nos descubre a Visconti y a Proust, a ciertas damas del surrealismo y a Marlene Dietrich, a Truman Capote y a José Bianco. Nos recuerda el poder del esnobismo, el magnetismo de las divas, y también el hechizo de dos amantes en el Lago Maggiore. La lista podrÃa seguir, naturalmente, pero como sucede con las mejores canciones, lo que cuenta no es la suma de notas, sino el leit motiv y la melodÃa, es decir, el espÃritu. Este libro ejemplar es, al cabo, una guÃa que recorre momentos claves del arte del siglo XX y un ejemplo de como narrar y pensar a partir de historias ajenas. La maestrÃa de Hugo Beccacece consiste en volver simple lo infrecuente. Es un talento elegante y discreto que se enciende cuando encuentra el personaje adecuado. Ese momento feliz, que late en cada página, es el corazón de Pérfidas uñas de mujer. Y el origen de esa felicidad, que remite a la infancia, quizás se devele en el último texto de este volumen.